
Los incunables se imprimían imitando a los manuscritos.
No tenían portada y en muchos casos tampoco tenían título, se los reconoce a través del “incipit” (del latín “empieza”).
Las glosas, o comentarios en los márgenes, eran escritos a mano.
Algunos espacios eran dejados en blanco en el momento de impresión.
Por ejemplo, las letras capitales que luego serían dibujadas o “iluminadas” por un artista.
Los tipos de letra eran variados: gótico, cursiva y romana.
En obras de contenido teológico, jurídico y vulgar prevalecía el gótico, y el tipo romano en los textos humanistas y de autores clásicos.
Para separar los capítulos y párrafos, que estaban unidos y sin sangría, se hacían a mano marcas de color llamadas calderones.